Consejos sobre la cuna del bebé

Desde el primer momento después del nacimiento el niño debe ser colocado en su cuna. Ni en esta época ni en cualquier otra etapa de su vida se acostará al niño en la misma cama de los padres, pues esta costumbre podría dar lugar a accidentes, ya que el bebé podría quedar aplastado o ahogado.

Durante los tres o cuatro primeros meses cuando el bebé necesita sentirse muy recogido, también puede resultar útil el uso del moisés. Al montarse encima de unas patas, el moisés tiene la ventaja de poderse trasladar con facilidad. La longitud del moisés debe ser lo suficientemente grande, por lo menos debe superar en veinte centímetros la talla del niño. A partir de los cuatro o cinco meses aproximadamente, debe abandonarse el uso del moisés; en primer lugar, porque sus medidas resultarán insuficientes, y en segundo lugar, porque así se evita el peligro de caídas, ya que se trata de un sistema fundamentalmente inestable. No existe inconveniente en utilizar alternativamente la cuna y el moisés durante los primeros meses; la cuna durante la noche y el moisés durante el día, siempre teniendo en cuenta el importante factor de la estabilidad.

La cuna también debería ser sencilla, sin complicaciones ni adornos de rejas innecesarios, donde el polvo se almacena al dificultarse su limpieza. Ha de estar confeccionada con materiales fácilmente lavables y suficientemente resistentes. Contará con barandas para evitar caídas. Los barrotes de estas estarán próximos entre sí, para impedir que el niño pueda introducir la cabeza o deslizarse entre ellos. Las medidas de la cuna serán también holgadas. Finalmente, tanto el moisés como la cuna deberán estar situados a una altura adecuada, para que el polvo del suelo, los animales domésticos u otros niños muy pequeños no lleguen hasta el bebé.

El colchón de la cuna o la camita del niño constituirá una superficie lisa y uniforme, suficientemente rígida para evitar deformidades de la columna vertebral. Es mejor emplear goma-espuma suficientemente gruesa, mejor que lana y similares. El colchón quedará cubierto por una funda impermeable y apoyado por una base firme, siendo preferible despreciar los somieres que son demasiado elásticos.

La ropa de cama no debe ser ni demasiado excesiva ni demasiado escasa, ni tampoco tendrá un peso exagerado. Basta con las dos sábanas, bajera y encimera, una manta y un ligero edredón, según la época del año. Para las sábanas es interesante hacer uso de las pinzas sujeta-sábanas para que el bebé no se desarrope por la noche. Siempre será preferible adaptar la temperatura de la habitación que abrigar demasiado al niño, reduciendo en la medida de lo posible las ropas de abrigo. Hay que tener en cuenta que un niño pequeño se destapa con mucha facilidad. En caso de frío, vale más cubrirle con un pijama completo y caldear el cuarto que sobrecargarle de mantas y edredones.

Todas las prendas que se utilicen para preparar la cuna o la cama deberán ser lo suficientemente grandes para que puedan ser bien recogidas debajo del colchón. Así se evita el riesgo de que el niño las desprenda y envuelva con ellas su cabeza, lo que podría causar accidentes por asfixia.

A se posible, conviene acostumbrar a niño a dormir con una almohada lo más fina posible, para que su esqueleto se mantenga recto.

Cuando el niño tenga dos o tres años podrá abandonar su cuna para empezar a dormir en una camita normal, que preferiblemente debería estar en su propia habitación.

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